Si analizamos las estadísticas delincuenciales en Colombia[1], durante la primera década de este siglo, estas nos muestran el aumento, estancamiento, crecimiento o decrecimiento (en muy pocos casos) de los diferentes tipos de delitos que se cometen en el país. No obstante esto, permanece el desafío constante para lograr explicar estas fluctuaciones relacionándolas con las diferentes acciones que, desde la política criminal, el Estado colombiano ha implementado.
Actualmente
podemos conocer en qué tipos de delitos se centra el actuar criminal en
Colombia[2], por ejemplo, hurto
calificado, homicidio, lesiones personales, abuso sexual, violencia intrafamiliar,
etc. Además, se puede clasificar si los delincuentes son juveniles o no, si son solitarios o se agrupan en bandas, en qué
lugares geográficos actúan y cuáles acciones pertenecen a la delincuencia
organizada.
Según
esto, y teniendo en cuenta la cantidad de bases de datos creadas en las instituciones
de seguridad del Estado, así como por las alcaldías y los observatorios del
delito, podemos acercarnos a conocer cuándo, dónde y cómo se van a cometer
delitos, podemos reconocer las características de las víctimas[3] y hacer prevención
mediante cultura ciudadana.
El
gran problema radica en que no se ha trabajado sobre las políticas públicas de
seguridad de acuerdo con la información disponible, por ello la policía, los
investigadores, fiscales, jueces y todos aquellos que trabajan en el área de la
prevención delictual, la rehabilitación y la reacción frente al delito, deberían asumir que la delincuencia es predecible y que basados en el manejo racional de la
información, la planificación y el despliegue de estrategias preventivas de
vigilancia y control se le puede combatir y reducir a la mínima expresión.
Para
este fin es forzoso que se genere el encuentro entre “lo que se sabe” con “lo que
se hace” [4] o, en palabras de Manuel
Castell, “pasar de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento”
y colocar ese conocimiento al servicio de la lucha contra el delito, mediante
acciones planificadas que se transformen en políticas criminales estables que
produzcan efectos a largo plazo.
En
este sentido, es claro que las estrategias de persecución del delito se deben
basar en una gestión eficiente de la información, en una mejor y mayor
capacidad de análisis delictual que se transforme en herramienta de trabajo cotidiano
para focalizar, concentrar, evaluar e innovar en estrategias de respuesta
frente al delito.
[1]
Un buen ejemplo es: QUINTERO. LAHUERTA y MORENO. Un índice de criminalidad para
Colombia. Revista Criminalidad, volumen 50. Policía Nacional de Colombia.
Disponible en: http://www.policia.gov.co/imagenes_ponal/dijin/revista_criminalidad/vol50_1/02unindice.pdf
[2]
Ver: DANE. Encuetas de convivencia y seguridad ciudadana. Disponible en: http://www.dane.gov.co/files/investigaciones/poblacion/convivencia/Pres_ecsc.pdf
[3]
Ver: Victimización y percepción de inseguridad en Colombia. Disponible en: http://www.cej.org.co/index.php/todos-justi/3500-victimizacion-y-percepcion-de-inseguridad-en-colombia
[4]
BLANCO, Javiera. “La delincuencia es predecible”. Rev. Detective, Número 159. PDI. Junio de
2013.
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